24.6.19

La tierra y yo


As a woman, I have no country.
Virginia Woolf

A mí no me retiembla en mis centros esta tierra.

En las venas
llevo el desierto de mi abuelo;
de mi abuela, el frío de la sierra.
En la mirada
la soberbia de una larga historia.
 En las manos,
un hueco que se llena
—dependiendo de la temporada—
de agua,
libros,
otras manos,
violetas,
o ciruelas.

Me cansan los gigantes  sobre mis hombros.

En los oídos
tengo el amor en español,
la desesperanza en francés,
la belleza en inglés,
la amistad en italiano,
el engaño en latín,
y en portugués, los buenos días.

La soledad habla a través de ondas Martenot.

Mi hogar es
el deltoides de mi amante,
el horno de mi cocina,
el café matutino,
la higuera de la infancia,
mis propios zapatos,
y el olor del maíz asado.

El origen de todo, desde luego, es el mar.

No soy árbol,
casa,
serpiente,
madre,
ni país.

La tierra y yo no tenemos mucho que decirnos.

No el mar

Quise escribir del mar y
el horizonte se ha interpuesto
como jacinto entre
Ícaro y su orgullo.

No se habla del mar:
Hay agua y sal,
justicia y lujuria;
mar adentro todo es claridad.

El descontento persiste sólo en la orilla.

Estoy doliente:
las olas escuecen.
Un puño imperativo
cae sobre la playa,
y el infinito choca de frente
contra las nostalgias ígneas.

No es un canto:
hay un grito bajo las olas.

Aquí no hay sosiego.

Partiré y regresaré. Me iré toda distinta
y resurgiré con el eco de mis propios cabellos.

El mar
            el horizonte
                                 la muerte
                                                  son desde la nada.

8.12.15

Espiral decembrina

La línea recta no existe. No existe una ruta corta entre un punto y otro, porque esos puntos tampoco existen. Son ficticios, teóricos. No sé cuándo nos vino el afán de separar, de dividir, de analizar hasta un grado casi irreparable la vida. Quizá cuando empezamos a celebrar los cumpleaños, a conmemorar los aniversarios luctuosos, a inventariar las efemérides en el homenaje de los lunes, los años nuevos. Las cosas no empiezan cuando uno nace, ni terminan cuando se muere. No.
El círculo es imposible. Las cosas nunca vuelven a ser como eran, por más que volvamos al origen. La casa donde se vivió la infancia es ahora más chica, ni qué decir de los zapatos con los que íbamos a las clases de la primaria. No se puede empezar de cero nunca. Siempre hay algún antecedente. Nuestro cuerpo se llena de cicatrices y de arrugas. El cerebro empieza a hacer conexiones insólitas con la experiencia. Siempre hay un asombro.
Siempre hay novedad, sorpresa. No finjamos, vamos improvisándolo todo. Hay cosas, situaciones, que nos son familiares. Quizá para combatir la incertidumbre celebramos navidades, cumpleaños, con ciertos procedimientos fijos, para no nadar en un mar borrascoso que no parece tener costa. Hay coincidencias que nos hacen creer, a veces, que lo hemos visto todo, que la vida es una broma. No es así. Tampoco todo es nuevo siempre, no seamos cínicos.
¿Y si la única opción verdadera fuera una espiral? Y nuestras vidas, ¿espirales que se intersecan, coyunturas fortuitas, unas veces dolorosas, otras dichosas? Colisiones que modifican el sino, como golpes de clavecín en las cuerdas de los recuerdos, como caídas de yunques tan sólidos como en las caricaturas, como quien aplaude en los Alpes, como masaje cardiopulmonar a un zombi. Siempre hay un antecedente. Pero también se sigue, se sigue dando aparentes vueltas. Vueltas a la esquina, vueltas a la página. Siempre hay un asombro.

24.6.15

El rescate



Un día pensé que moriría de frío. Pero ese fue el día que conocí al amor de adeveras.

Y es que, verás, vengo del norte, del desierto. Y en el desierto no vive la gente cálida; de ahí venimos los de sangre fría, que en invierno se nos parten las mejillas del sol y de lo seco.

Me soltaron en la noche  del bosque. La lluvia nunca ha sido buena conmigo. Allí, temblando entre todo ese verde sentí que me moría. Llovía y llovía, y el pasto se hacía lodo y yo ya no sabía si llovían las nubes o llovían los árboles o yo misma, lo que me asustaba en sobremanera. Yo no había llorado nunca contra el cielo. Y ahí estaba yo, toda empapada, temblando hasta en las tripas, cuando se vió la rayita amarilla del amanecer. Ahí mismo me desplomé, caí de rodillas. El sol, el único que me había seguido hasta aquí, me rescató. Con su sonrisa espantó a todas, toditas las nubes, y me abrazó.

Los príncipes azules qué, niña; espera a tu rey amarillo todos los días.

1.6.14

Open letter to [those pretending to be] my foes

I cannot tell the story of how I became a teacher enough times. It was such a natural thing: My grandmother was an elementary school teacher, she taught half Durango population to read, including me. I've just discovered that a great uncle of mine founded the School of Arts there too. But that's nothing. True calling doesn't come from our ancestors, nor has to do with blood (I know there are some issues with genetics, but...).
I decided to become a teacher some years ago. Not just right before I started teaching, though. I commited myself to it at the time I realized I sucked at it. There. Now you can beat me to a pulp if you may --Or you can stay and keep on reading.
Curiously, it didn't happen when the most restless student of a group admitted he had  enjoyed reading the Iliad --including the 'Catalogue of Ships'. Nor it does when some of my youngest students come by my office just to chat about their lives, and ask for advice. It couldn't have never happened when I felt satisfaction or was granted recognition, either. It was, for sure, when I became conscious of the education I had been bestowed. And I'm not talking about schools I attended to, nor the excellent teachers I had every now and then --I had terrible teachers as well. Nope. I'm talking about my parents, mainly.
They tauught me nothing about money, for example. I used to ignore the market prices of things up to the point that it has given me the worst previous days to payment, when my pocket runs empty without me having a clue where the money did go. Nowadays I am a little bit more conscious about how to spend every nickel I make, but I learned it not from my father, who secured by 10 hours hard working days and some times cancelled vacations so none of their children had to know what it was like to live on a roofless house, or have just one pair of shoes throughout the whole year, which he did in his childhood. I didn't learn it from my mother, who never  gave me money to spend at school, because she had already fed me so well I wasn't hungry until I got home. I was never --and only I have been like two or three times in my adulthood-- overconcerned about money. However, I know there isn't a thing such as manna. They taught me that almost everything has to be earned, from food to true friendship, and to value things according to the effort or time invested in getting them.
They taught me nothing about laziness, clumsiness or distraction. They were absolutely severe about how I should and could spend my time, even though it was free time: the command was to never get bored, or feeble-minded. Happiness, my father told me once, is the only guideline I am supposed to follow. Wasting time is the worst sin.
But most of all, they taught me nothing about passiveness. My father is a cardiologist, so you go and figure how much he likes to live a quiet life, without being bothered at 3 am with emergency calls. My mother taught me almost everything I know about how many ways there are to demonstrate love and sympathy. They made me believe in righteousness, honor and virtue. They made me acknowledge there will always be people to help when in need, and that there is always somebody who will be there for me.
However, the hardest lesson I've learned from them --and has to be re learned over and over again-- is that shortcuts may, most of the times, lead to dead-ends, pathways we chose that head us to nowhere. Such a waste of time, in the end. Great effort is the only way we are able to reach the things we desire the most. The effort we put on an aim is proportional to the satisfaction it brings when we reach the goal, which sometimes is not that clear at the beginning, or may result in some other thing we hadn't expected. But if we do things right, the outcome is always a win. Achievements are only the result of great struggle, and the first enemy we have to defeat is ourselves.
So, dear foes, I'm writing this to you -- and that is to say, to myself-- as a reminder that I'm not a perfect teacher, perhaps not even a good one, but I know I'm in the right path to get there, someday. Thank you for letting me acknowledge it.
Yours truly,
P.

15.12.13

Fan

Puse el OK Computer y me tumbé en la cama como lo hice hace 15 años, y no pude parar hasta escuchar ese "tiiiiiiiiiin". Fue el primer disco que compré con mi primer sueldo "formal". Acababa de cumplir 18 años, tenía el corazón roto y el futuro incierto, o más que de costumbre. Pero recuerdo que tenía una cosa: determinación.
Cuando fui al Mix Up de Satélite a comprarlo, lo pedí como el "Paranoid Android" –aquí es donde entran las primeras risas grabadas: y es que mi fanatismo es raro, como a continuación demostraré. Solamente estaba pensando en esa canción, y en aquel entonces, niños de las nuevas generaciones, uno era capaz de comprar un disco con tal de hacerse de solo una canción, aunque no era mi hábito. El vendedor seguramente escuchaba puros Caifanes, porque ni entendió de qué le hablaba. Supongo que vender discos es un poco como vender libros: Hay quienes consiguen el empleo para obtener los descuentos y porque no piden mucho logro académico; hay quienes nos aplicamos para leer –escuchar– gratis todo lo posible, lo más nuevito. Aunque sea viejo, pero reeditado, remasterizado, o en colecciones especiales. Hay que confiar en éstos últimos, los nerds: Los que saben reconocer un disco –un libro– por la imagen de la carátula, porque tal vez es el único dato que el cliente recuerda. En fin, lo busqué yo misma y sin que me impresionara mucho la portada, lo llevé a la caja, lo llevé en la bolsita de plático, lo llevé.
La primera canción que reproduje fue la dos, por supuesto. Luego me regresé a la uno, para escuchar –era mi costumbre con los discos nuevos–, los inicios de cada una; para luego seleccionar las que de golpe me gustaran más. Así hice con el Pop de U2, cuando mi hermano me lo regaló en mi cumpleaños, casi justo un año antes de esta compra, y que había esperado cuatro años después del Zooropa y dos desde  la probadita de Passengers. Entonces la primera que escuché fue 'Mofo', y luego la única que me causó gran impresión fue 'Gone'. Con el tiempo he aprendido a querer más ese disco, que al principio me pareció una gran decepción, y creo que fuera del soundtrack para The Million Dollar Hotel, Bono, Larry, The Edge y Adam bien se podrían haber separado o ser tragados por el océano después.
Entonces, 'Airbag'. No me sacudió. Cuando me enteré de la historia detrás, el accidente de Thom y así, creí que era una canción reservada para los fans from hell, cuya apreciación se obnubila ante la parcialidad. Ahora, por supuesto, es diferente. La he recubierto con un recuerdo de mañanas soleadas y paseos dominicales.
Y otra vez 'Paranoid Android'.
De 'Subterranean Homesick Alien' me intrigó el título. En aquellos tiempos la internet era una cosa terrible –o mis conocimientos de búsqueda eran muy limitados– y solo me enteré de la referencia a Bob Dylan años después. Además nunca fui cercana a Bob.
Luego el recuerdo de Romeo y Julieta y esa línea que aún me parece totalmente misteriosa y demoledora. We hope that you choke. La canción de las oclusivas, se le quedó el epíteto para siempre. Una de las ventajas de no lanzarse compulsivamente a la busca de información adicional sobre las bandas que uno aprecia es que puedes ir al cine a ver una película que por alguna razón te interesa –el argumento, el director, los actores–, te impresiona y zas, en algún momento suena una voz, una guitarra, un sonido familiar que no esperabas. Así con Romeo + Julieta: Un Romeo que cree estar enamorado escribe poesía frente al mar (por supuesto, el mar) y suena ‘Talk Show Host’; la canción que, según el conteo de iTunes, he reproducido más. El desenlace mortal de la historia en silencio. Comienza suavemente ‘Exit Music (for a Film)’, y si ya estabas conmovido, no hay forma civilizada de reaccionar ante la combinación de guitarra acústica y eléctrica, potencializadas con batería y bajo que hacen una aparición repentina, a la mitad de la canción. Ruidos extraños, como voces, como el conjunto de una multitud en un lugar público y encerrado, son dominados de nuevo por una única voz que dice ‘We hope that you choke’ como si fuera el mejor de los deseos.  Esa sorpresa en una sala de cine se me ha presentado con ‘Analize’, que da el golpe final a The Prestige,  toda la extrañeza que causa A Skanner Darkly, o el condimento perfecto para la escena de Children of Men y ‘Life in a Glasshouse’ que musicaliza el momento más hedonista y fraternal de toda la historia. Toser fresas.  We hope that you choke.
Así como si nada comienza 'Let Down'. Phil haciendo las delicias de esta hermosísima canción. It's so, so, dissapointing. One day I am gonna grow wings. Hysterical and useless. You gotta be fucking kidding me. Thom ejecutando sus propios coros, con esos agudos que solo le permito a él. Crushed like a bug in the ground. Hay canciones que son como la orilla de la alberca cuando empezamos a aprender a nadar. Hay canciones que te mantienen mentalmente sano. Hay canciones que hacen la decepción tan dulce que no puedes más que seguir intentándolo. Esta canción es la luz del sol temblorosa vista desde el fondo de la alberca. El remate, el re-mate, como salir de la atmósfera terrestre hacia el espacio en una lluvia de meteoriodes.
Hasta ahí, las había escuchado todas completas, y casi me levanto para repetir la cinco, pero la curiosidad me ganó y esperé a ver qué sorpresas como ésta me tenía preparado este grupo que, para este momento, ya estaba en la corta lista de grupos que integraban mi respuesta a la siempre terrible pregunta de qué musica me gusta. U2, R.E.M., Depeche Mode, Soundgarden, Pearl Jam rápidamente se vieron desplazados un lugar hacia abajo. No, en español casi no escucho, contestaba casi siempre. Si acaso los tacubos, Soda, pero solo algunas canciones, decía, para la desaprobación general de mis compañeros del heróico colegio de bachilleres no. 5. ¿Cómo, no te gustan los Caifanes? ¿No te gusta la trova? ¿Santa Sabina? ¿Mano Negra? No, ¡no!, más o menos, nop. La Lupe son cotorros. Fobia, soy sateluca y no niego haber tenido el Amor chiquito, pero sería como llevar unas papas sabritas a una fiesta en que dan tapitas de serrano como botana. Psí, escucho casi pura música en inglés.
Zeus tenga en su santa gloria a Radioactivo, que era el eje de mis gustos musicales, como lo había sido Rock 101. El cuadrante de mi grabadora Sony que aún conservo no se movía del 98.5, o noventa y ocho y medio, como se anunciaban.  Adoraba a prácticamente todos los locutores. Mi favorito, por supuesto, Jordi Soler: único compañero de innumerables noches en que de plano abandonaba la lectura de la Historia del español o el Libro del Buen Amor que me obligaron hacer durante la universidad para escuchar, con los oídos bien abiertos y los ojos cerrados, 'Satellite of Love'. En esa estación conocí los primeros discos de Radiohead y que también habían llamado mi atención, sobre todo la totalmente aniquiladora 'Street Spirit', cuyo significado no entendería sino hasta más de diez años después. Y luego los sencillos del Ok, que se volverían lo que llaman "himnos generacionales". ‘Karma Police’ en vivo es algo que no le deseo a nadie se pierda, ni por un momento.
'Fitter Happier' supe que no entendería nunca. Hasta un día del verano pasado.
A 'Electioneering' no le ha llegado su momento; sin embargo, qué gusto escuchar algún remanente todavía de The Bends. Y luego, ¿qué demonios es 'Climbing up the walls'? Esos gritos aterradores al final. Y como ironía perfecta, 'No surprises'. This is my final bellyache. Such a pretty song. Una canción de cuna.
Nunca abuso del adjetivo 'épico' porque conozco mis textos medievales. En esa primera escucha aún no conocía a los héroes como lo hago ahora. No tenía elementos para hacer un análisis del desarrollo de un personaje trágico: todos los intuía, así como intuía los riscos de Dover, las tragedias de la vida cotidiana adulta, el fin de los noventa, la pérdida de la candidez adolescente, las tragedias de la vida adulta. Las tragedias. Las intuía. Había olido el viento sobre el volcán en una nevada. Había amado y rechazado ese amor. Había visto de reojo un destino posible. O dos. Quizá tres. Tenía un mes trabajando en horario de oficina. Estaba sola -que no era novedad-, pero por primera vez consciente de ello. El futuro prometedor lo veía a través de una rendija. Elamordemivida había marchado a salvar el mundo, sin pasaporte, sin equipaje, sin dinero, con un manojo de ideales y besos y lágrimas prodigados por mí. Y Johnny me hacía esto. Una guitarra simple en el centro de 'Lucky' y la letra de 'The tourist'. Justo para pararse en el filo del risco y arrojarse como en cámara lenta. Años estuve confundiendo estas canciones, como si fueran una, como si fueran la primera y segunda partes de lo mismo; como años confundí al héroe con mi propio Odiseo, con mi propio deseo, con Odiseo rechazando ir a la guerra, con Odiseo escogiendo la inmortalidad. Confundí a Odiseo con Penélope. Hey, ma'am, slow down, canté muchos años.
'Tiiiiiiiiin', y fue como el chasquido de los dedos del hipnotizador. Salí del trance seguramente para entrar en otro: en el de la vida adulta. No, no es así. En trance, entrance, pero como fan de Radiohead, como fan de la vida.

12.11.13

Infierno --1---2---3---...---> Cielo

¿Te recuerdas cuando escuchaste por primera vez el brillo de las notas del 'Claro del luna'? ¿Te recuerdas cuando tuviste miedo al escucharlas? ¿Te recuerdas cuando te sentiste lo suficientemente grande y valiente para hacer de tus brazos el sostén de tu cocina? ¿Te recuerdas cuando pronunciaste por primera vez el nombre de Julio, no el padre? ¿Te recuerdas llorando a Rocamadour? ¿La primera vez que entendiste a Miles?  ¿Cuando compusiste un tango y no encontraste bandoneón? ¿Te recuerdas deshojando Rayuela para envolver lecciones improvisadas y perennes? ¿Te recuerdas sorbiendo tímidamente el cigarrillo ilícito en la azotea en una noche de noviembre? ¿Te recuerdas cómo pasaste meses decidiendo entre tantos libros, el que comprarías con la primer paga? ¿Cómo, perseguidora, cuelgas el universo alrededor de tu cuello y sales a la calle y te llaman por un nombre al que aspiras? ¿Te recuerdas la primera vez que alguno lo pronunció con los labios llenos de deseo, con los oídos llenos de Monk?