20.10.12

Pizza Jazz Café

Un accidente en la lateral de Tlalpan.
Una noche de viernes.
Salir un poco ebrio de un bar para meterse en otro, sin haber tomado una gota de alcohol.
La ciudad, por supuesto.
                                   (No hay jazz para el campo).
Supongo que los músicos y los poetas
tienen lo mismo en común que John Dos Passos y Charlie Mingus.
Y que hay hombres
que son como un poema de Jack Kerouac;
intraducibles, totalmente destruidos, absolutamente hermosos.
Y hay música
y poesía
que no se destruye ni se transforma;
solo se improvisa.
En el desorden de las coincidencias
                          de repente surge una tonada,
un  recuerdo
de un lugar nuevo,
un jazz que se superpone a otro.
El baterista no da el beat.
El bajo hace las veces de guitarra,
la trompeta de acordeón
y un palo flamenco funkea.
Se preparan pizzas de arúgula.
El cocinero toca el sax.
Yo improviso el viernes por la noche.
Y todo marcha como debe ser.

1.9.12

Diversión e ignorancia

diversión. (Del lat. diversĭo, -ōnis). 1. f. Acción y efecto de divertir. 2. f. Recreo, pasatiempo, solaz. 3. f. Mil. Acción de distraer o desviar la atención y fuerzas del enemigo.

      Esta publicación la detonó una pequeña discusión con un ex alumno a partir de una tira cómica que hacía referencia hacia la intolerancia que tienen las personas religiosas hacia las personas que no practican ninguna. El encabezado que yo puse fue algo así como que la burla casi siempre se basa en la discriminación, y ésta, a su vez, en la ignorancia; y la ignorancia nunca es divertida. Me parece que mi alumno me quiso hacer ver que uno no puede estar divertido si se es demasiado racional -cosa que agradezco, pues a veces se me olvida ver diferentes aspectos de la misma cosa. Y sí: brincar en la cama, bailar como idiota con amigos a las cuatro de la mañana, reirse todavía de un chiste que se contó hace horas, por supuesto que requieren de un olvido de la cotidianidad abrumadora de tránsito, claxonazo y alza de precios en la canasta básica. Pero solo eso: un olvido temporal. Mi cinturón de seguridad son los diccionarios. La acepción dos me parece la más adecuada al tema que se trata. Solaz es una de mis palabras favoritas del español, por fonética y por significado:
solaz. (Del prov. solatz). 1. m. Consuelo, placer, esparcimiento, alivio de los trabajos. a ~. 1. loc. adv. Con gusto y placer.
     No se puede vivir trabajando. No se puede vivir siendo absolutamente racional todo el tiempo.Tal vez las cosas que nos causan más placer son aquellas que difícilmente se articulan con claridad en la mente -como cuando, después de un rato, hemos olvidado la causa de una risa que se ha prolongado a tal grado del dolor abdominal. Son esos instantes que después trataremos de reconstruir y organizar y expresar en palabras, pero no podremos reproducir en sensaciones.
      Pero no creo que esa disminución momentánea de razón se contraponga con la ignorancia. Por el contrario: si la ignorancia es la falta de conocimiento -y personalmente me parece que va aunada a cierto grado de apatía- representa una limitante, incluso para la diversión. Un ejemplo muy simple es cuando a alguien le gusta cierta actividad y resulta que por desconocer -es decir, ignorar- que hay un grupo de personas haciéndolo incluso cerca de su vecindario - un club de lectura, un taller de teatro, un vivero en una azotea, un grupo de baile de salón- no la realiza; o sí, pero en soledad. Y tal vez la diversión en soledad sea buena, pero en grupo es dos veces mejor. Después de pasar por un momento divertido nos sentimos mejores personas, y el alza de precios seguirá allí, pero quizá será más soportable. La diversión, así, nos hace conocernos más a nosotros mismos. Nos hace humanos más completos.
    Ni hablar del grupo de gente ignorante y apática que concibe que la diversión es simplemente apartar su mente de la cotidianidad, pero por el simple hecho de enajenarse y embrutecerse mediante la parálisis o la simple inconciencia. Después de un momento así -por ejemplo, con el abuso de drogas, o toda una tarde de sentarse a ver la televisión pero sin prestar atención, o incluso estar frente al monitor de la computadora sin interacutar o hacerlo superficialmente- uno no experimenta el mismo grado de satisfacción, y puede ser que todo lo contrario: una sensación de frustración al haber "perdido tanto tiempo" en algo que en realidad no nos dejó nada.
    Ellos han tomado como verdadera la tercera acepción de diversión, proveniente de la jerga militar -y no por coincidencia- que es precisamente una distracción, un desvío de atención, un debilitamiento de fuerzas contra el enemigo que nos deshumaniza, nos hace estar frustrados, insatisfechos y pasivos, vencidos. Y el enemigo, lo sabemos bien, es el binomio ignorancia + apatía.

13.8.12

Penélope contra mí

Penélope esperaba a Odiseo. Odiseo murió al ser devorado por la Caribdis de sus excesos. Odiseo murió devorado por un Polifemo que le convenció de que no era Nadie. Odiseo se quedó esperando entre la disyuntiva de su mortalidad o la divinidad en la orilla de la playa de la isla de Calipso. Odiseo permaneció, ya sin alma, en el lecho de Circe. Odiseo, habiendo creído que avistó Ítaca, fue traicionado por los vientos que lo llevaron a otro lugar. Odiseo murió al pie de las murallas de Troya, incapaz de sobrevivir una dura batalla. Odiseo, repentinamente, se dio cuenta que era Aquiles. Odiseo que, cuando llegó al fin del mundo, decidió saltar al abismo. Agamenón, Menelao y Paris creyeron ser Odiseo, por un momento. Penélope, mientras, esperaba. Yo hoy al despertar no reconocí mi nombre.

19.3.12

Unè pensèe à Franz Lizst. Alexander Glazunov. El silencio de la viuda.

Las viudas estamos condenadas a un interminable monólogo cuyo receptor es el marido difunto. No sé si suceda lo mismo con los viudos. Si una está cuerda, ese monólogo se mantendrá dentro de la cabeza de sí misma, con el ocasional comentario en voz alta pero siempre en soledad. Si se está cuerda, el marido no contestará, o lo hará en diferentes versiones. Probablemente así sea porque, si las cosas marcharon bien, ese interlocutor lo fue durante muchos años, y en la mayoría de los casos prestaba atención.
Cuando transcurre la muerte, las viudas vemos en los demás siempre al interlocutor equivocado. Hay que dar demasiadas explicaciones, no se entiende una igual con los demás, hay que hacer demasiado contexto, no se interpretan las sonrisas a la mitad ni los movimientos de las manos.
A las mujeres nos gusta hablar, y mucho. Los esposos callan y la mayoría de las veces escuchan. Responden con una frase corta y certera, o asientan con desenfado. Las viudas muchas veces se dan por vencidas. Los demás interpretan su silencio como parte del duelo. Las hay quienes jamás dejan de apelar al marido; habemos otras que nos quitamos esa costumbre que regresa en momentos de debilidad, como cuando nos damos de frente con la tristeza eventual, como cuando sentimos la auténtica soledad en la que ya no estás, amor mío.

23.1.12

La máquina y el instrumento

Mi cuerpo es un reloj impreciso que registra las ausencias. Hoy, por ejemplo, se ha generado un reporte de unos cientos –probablemente miles– de parpadeos entre los que no apareció tu reflejo intermitente en mis pupilas.

Mi cuerpo es un astrolabio miope que mide las cercanías lontanas y el infinito en menos de una cuarta. Por si fuera poco, enmaraña estrellas con destellos de sonrisas.

Mi cuerpo es un anemómetro con complejo de rehilete que lleva una niña corriendo por el parque. Las turbulencias, no obstante, a veces hacen sangrar las rodillas.

Mi cuerpo es una brújula testaruda cuyo norte muchas veces está hacia el sur.

Mi cuerpo es un osciloscopio en cuyos ejes intentó reencarnar Fred Astaire, pero cuyas ondas son la silueta de un mohicano punk.

Mi cuerpo es un luxómetro quisquilloso fotoresistente inadaptable a escalas de luminosidades débiles, porque se descalibra con el aburrimiento y la sordidez.

Mi cuerpo es un sextante místico que confunde el horizonte con la muerte.

10.1.12

Concierto de Aranjuez: Adagio. Manuel de Falla. El escultor de cantera y la gitana.

Nací en una gruta, frente a la Alhambra. Mi piel es morena, mi cabello negro. El latir de mi corazón son los dedos del guitarrista tamborileando la caja. Agita todo mi ser, como una piedra que se tira al centro de un estanque. La roca hosca se siente como suenan algunos de los acordes de las cuerdas. Un escultor de cantera sabe que, bajo esa rudeza, se esconde la suavidad de las formas curvas de, por ejemplo, una flor. Mi corazón no es duro, es áspero.

Un viento del Este agita la falda de una gitana de pie. Mientras sus ojos sempiternos escudriñan el horizonte, la longura de sus cabellos señala mi destino. El contorno dorado de la sierra se difumina, como cualquier fortuna, casi imperceptiblemente al atardecer. El cielo se abre al azul imposible. Se oyen, muy a la distancia, los ladridos que persiguen los cascos de un caballo sobre el empedrado. Los acordes trazan las callejuelas que he recorrido intrincadamente en miles de notas que evocan siempre el mismo tema: el momento en que esa morena, acostumbrada a la vista del desierto, encontró el infinito entre los confines de las murallas que se convirtieron mis brazos, cuando ella misma se convirtió en guitarra.