10.1.12

Concierto de Aranjuez: Adagio. Manuel de Falla. El escultor de cantera y la gitana.

Nací en una gruta, frente a la Alhambra. Mi piel es morena, mi cabello negro. El latir de mi corazón son los dedos del guitarrista tamborileando la caja. Agita todo mi ser, como una piedra que se tira al centro de un estanque. La roca hosca se siente como suenan algunos de los acordes de las cuerdas. Un escultor de cantera sabe que, bajo esa rudeza, se esconde la suavidad de las formas curvas de, por ejemplo, una flor. Mi corazón no es duro, es áspero.

Un viento del Este agita la falda de una gitana de pie. Mientras sus ojos sempiternos escudriñan el horizonte, la longura de sus cabellos señala mi destino. El contorno dorado de la sierra se difumina, como cualquier fortuna, casi imperceptiblemente al atardecer. El cielo se abre al azul imposible. Se oyen, muy a la distancia, los ladridos que persiguen los cascos de un caballo sobre el empedrado. Los acordes trazan las callejuelas que he recorrido intrincadamente en miles de notas que evocan siempre el mismo tema: el momento en que esa morena, acostumbrada a la vista del desierto, encontró el infinito entre los confines de las murallas que se convirtieron mis brazos, cuando ella misma se convirtió en guitarra.