10.4.09

La falla del diablo


Una blasfemia se pronuncia en español, León Felipe me ha enseñado bien. Esta vez blasfemaré, diciendo que las tentaciones a las que fue expuesto el hijo de dios las hubiera superado cualquier otro humano con la mano en la cintura -por lo menos uno que tenga los propósitos religiosos bien asentados en su corazón- pues en ellas no hubo ninguna batalla mística que pusiera a prueba la verdadera fe. La comida que rechazó, el dominio del mundo y probar su divinidad son pruebas superables fácilmente por quienes han tomado en serio el voto de humildad y pobreza. El hijo de dios no estuvo expuesto a la miseria humana, hasta donde sabemos. Sí, era pobre, pero, ¿quién no lo era? ¿quién no lo es? Sí, vivió tiempos difíciles. ¿cuáles no lo han sido? Sufrió el tormento y la muerte injusta; ¿cuántos no lo han hecho? Al menos ya era un hombre de 33 años. No, dios y la fe no se ponen a prueba en las circunstancias difíciles; verdaderamente se miden en el dolor. En el dolor, experimentamos la soledad verdadera y absoluta. En el dolor, nuestro espíritu se aleja de nuestro cuerpo que no responde, y sin embargo no somos nosotros, como se supone, puros. El dolor es aislamiento hasta de nuestras propias palabras, lo que amamos, lo que siempre hemos defendido. Jesús mismo, al borde de la muerte, reconoce su abandono, su soledad totalmente humana. El dolor está fuera de nuestro control, y en las cosas en las que no tenemos control interviene la divinidad, o se queda muda, todas las veces. El diablo debió de haberle contagiado una varicela al hijo de dios en pleno desierto, y ya quisiera ver yo cómo resiste a la tentación de cederle su poder a cambio de, ya no digamos salud, si no un analgésico.