3.12.09

Urbe

¿Es una ciudad una mujer? No nos detengamos en el género gramatical; revisemos: La Ciudad de México, definitivamente mujer -ingrata, despechada y agresiva, pero apenas se le ponen unas flores y la condenadota te recibe chapeada y hermosa en una mañana soleada de domingo; vulgar en su lengua y sofisticada en su vestir, selecciona a sus amantes sin que ellos siquiera se den cuenta. Roma, mujer; sabia y profunda, caliente y de labios rojos; se pueden distinguir sus cabellos rizados y sus encantamientos en murmullos de mármol y cantera; baila con el ritmo de sus peatones una danza pagana que seduce a un clérigo tímido que pasa camino a San Pablo. Londres, hombre. La austeridad de sus jardines lo delata; político y culto, formal e introspectivo; preciso y solemne, no baila porque no sabe cómo, porque teme hacer el ridículo; bello en sus simetrías y soledades, en su frescura de loción después de la ducha, miserable y violento en sus secretos perversos a voces. París, hombre, pero gay. De fachada refinada pero todos sabemos su pasado de paja y olor a estiércol, por eso el perfume y los zapatos nuevos de piel. Su presente de cristal y de pasteles siguen evocando unos rizos rubios de un efebo que lo dejó despechado en sus triunfos militares, dedicados a él, tal vez los únicos que valgan la pena. Sarcástico porque también es bufón y juglar, parece indiferente pero hace guiños a quien posee el secreto lenguaje de lo estético. New York es una mujer frígida que cree que su valor está en sus posesiones, cuando en realidad está en esa sangre tibia que recorre sus venas con ansia, con sueños y con deseo; despierta despeinada los sábados por la mañana y, desalentada, cubre sus ojeras con el maquillaje de la democracia y un martini. Camina segura en tacones aunque en su interior le preocupa que descubran que nació en Des Moines, en Bayamón, en Belfast, en Caserta, en Santiago, en Delft... y que en realidad es una pueblerina, y así... a cada ciudad, su género.